La familia y la escuela en tiempos de alcohol en gel
La familia y la escuela en tiempos de alcohol en gel

El Director del Servicio de Atención y Orientación Psicopedagógica de la Facultad de Ciencias Sociales, Oscar Amaya, analiza cómo esta situación «excepcional» afecta a los niños y niñas. También nos deja algunos consejos para abordar el receso escolar y generar espacios de aprendizaje en familia. «Tratar que el momento de la tarea sea una escena más cercana a los placeres que a una escena de los malestares», indica.
La decisión del Gobierno de suspender las clases, sumada a la reciente medida de aislamiento social obligatorio, puso a las familias y al sistema educativo en apuros. La necesidad de continuar aprendiendo y enseñando generó espacios de clases a distancia y materiales online. Aun así, adaptar la dinámica familiar a este momento puede resultar difícil.
¿Cómo afecta este receso obligado a las escuelas y familias?
El coronavirus viene a interpelar y revolver un orden instituido: ya no hay calendarios, ya no hay la hora de mate, la hora de lengua, la de idioma. Ya no hay procesos de adaptación a la escuela, sino adaptación a un estado de excepción como el que estamos viviendo.
Este receso afecta a instituciones y sujetos, chicos y grandes. El sistema educativo es una de las instituciones más complejas y resistentes al cambio. Mucho más cuando se trata de cambios excepcionales como una pandemia. La familia y sus integrantes también son resistentes al cambio. Es importante compartir con ellos el grado de excepcionalidad de esta situación. Los adultos debemos enfatizar nuestras funciones materna y paterna referidas a la protección y al cuidado, así como la de comprensión.
No tener clases presenciales significa un cambio muy grande.
El receso viene a “robarles” a nuestros hijos e hijas algo muy valioso: un mundo fuera de nosotros, una vida de pares, una sociedad de iguales: sus compañeres y amigues. Nuestra ausencia también los constituye como sujetos de creciente autonomía. Es importante respetar los momentos que deseen estar en sus habitaciones, no ser escuchados por nosotros, hablar o chatear con sus afectos personales de esa otra familia, una cofradía con sus reglas y temporalidades que no conocemos ni gobernamos.
También les quita la posibilidad de no tener ganas de ir al colegio, llegar más tarde o faltar, algo que suele ocurrir en tiempos de “normalidad” institucional. Otro “robo” es la posibilidad de no hacer la tarea, aduciendo olvidos o confusión (“pensé que era para la semana que viene”, “no me dijeron que era obligatorio”, “no parecía que iba con nota”). El sufrimiento emocional que este estado de excepción social les provoca, tiene que ser tema importante de conversación en las familias. Hablemos de lo que nos pasa. Resistamos juntos, que la pandemia no nos quite la alegría. Ese es el desafío que hoy nos interpela.
¿Cómo podemos ayudar a los chicos ante la ausencia a la escuela durante tantos días?
Pensemos que la escuela cierra sus puertas pero abre sus ventanas –virtuales, pero ventanas al fin-: es por ello que los lazos afectivos no se quiebran por la distancia, ni con los docentes ni con les compañeres. La ausencia física de la escuela no implica que desde nuestros hogares no podamos montar “aulas extendidas”, no sólo a través de las tareas escolares que ellos reciben por las plataformas que la escuela utiliza para enviar materiales y ejercicios, sino promoviendo que nuestres hijes (a través de grupos de wasap, por ejemplo) se comuniquen entre elles. Generemos una oportunidad a partir de la imposibilidad de asistencia de nuestros hijos a sus escuelas: que gestionen y organicen sus tiempos de aprendizaje, que sean protagonistas y no sólo asistentes a sus procesos del aprender. Junto con ellos, propiciemos que se empoderen como alumnes primarios y como estudiantes secundarios, según los casos. Coordinar horizontalmente con los pares los procesos y resultados de las actividades propuestas, chequeando los modos o resultados distintos que produjeron. Si requieren de nosotros, allí estaremos. Si se autogestionan colectivamente, dejarlos hacer. Solemos cometer el error de hacernos nosotros responsables de sus responsabilidades, a veces haciéndonos cargo de casi toda la tarea escolar.
Muchos especialistas dicen que el dictado de clases virtual aumentará la brecha con los niños de mayor vulnerabilidad. ¿Coincidís?
Lo cierto es que la brecha en las clases “reales” existe hace mucho tiempo. Las clases “virtuales” no aumentan la brecha existente. Las escuelas han desarrollado y seguirán desarrollando plataformas virtuales desiguales a partir de las brechas ya existentes: pensemos en algunas como lo urbano/lo rural- lo público/lo privado-lo laico/lo religioso- escuelas “ricas”/escuelas “pobres” (que atraviesan los versus anteriores). Las tecnologías son transversales a las clases sociales, donde se viene reproduciendo una desigual distribución de bienes materiales y simbólicos.
¿Qué consejos podrías darnos para poder seguir trabajando de manera pedagógica en casa?
Primero, recordar que los modos de enseñar los contenidos ya no son aquellos con que los adultos aprendimos esos mismos contenidos. Tampoco lo son los modos de aprender ni los soportes. Hoy el cuaderno es sólo uno de ellos. Los manuales han dejado de ser los únicos canales de contenidos escolares. Los adultos debemos comprender que junto a nuestros hijos formamos parte de una comunidad de aprendizaje. Que ellos nos enseñen cómo aprendieron en los grados anteriores los contenidos de esa materia en la que deben producir un trabajo práctico.
Algunos tips para enfrentar la escolaridad en casa
-Contarles que nosotros fuimos otros alumnos, sin tener que explicarles aquellos procedimientos, -salvo que sean los básicos, como las operaciones aritméticas si se encuentran en segundo y tercer ciclo, por ejemplo- para evitar confusiones respecto de las actuales didácticas.
-Compartir qué nos resultaba difícil de entender de lo que nos enseñaban nuestras maestras y maestros.
-Relatarles qué extrañábamos de la escuela cuando estábamos de vacaciones o enfermos y no podíamos ir a clase.
-Tratar que el momento de la tarea sea una escena más cercana a los placeres que a una escena de los malestares. Para que ello ocurra, es mejor deponer las directivas y las órdenes por parte de los adultos y elaborar otras lógicas de organización: pautar en forma conjunta, negociar los plazos de duración y los momentos en que se llevarán a cabo los trabajos escolares: durarán más que los deberes habituales, ya que las clases serán domiciliarias.
-El momento de hacer los deberes no es mamá y papá mirando, vigilando, dando instrucciones. Intentemos crear una mesa de trabajo de todos, nosotros los adultos con nuestros papeles y libros, haciendo lecturas propias, escribiendo docus en la compu… interviniendo cuando ellos nos lo soliciten o cuando advertimos que se traban o bloquean.
-Combinar tiempo de trabajo y “recreo”. “Hacer escuela” y alternar con juegos: escenas distintas en momentos distintos. No son antagónicas.
-Promover las interconsultas entre pares a través de los soportes que utilizan o han sido generados por nosotros, si no existían (como grupos de whatsapp entre ellos: ya no únicamente entre madres y padres)
-El encuentro con el conocimiento, los saberes, los contenidos no tiene que estar habitado por retos, penitencias o “amenazas”. ¿Nuestros hijes acusan cansancio? Hagamos una pausa. Es posible re-pactar los acuerdos para evitar los hastíos y broncas (por ejemplo si dijimos 40 minutos de trabajo pero sólo pasaron 30 minutos). Nuestres hijes (así como nosotres en nuestro momento de desarrollo) tienen variables niveles de atención, concentración e interés. Tienen, como dijimos, necesidad de tiempo para estar solos y tiempo para compartir con nosotros.
-La pandemia permite descubrir que el aislamiento social puede ser una oportunidad de advertir que una persona es responsable cuando puede hacerse cargo de las consecuencias de sus acciones: nuestros hijos deben llevar a cabo las actividades escolares e incluso desistir de hacerlas. No dejarlos solas y solos abandonándolos a su suerte, pero tampoco haciendo los “deberes” por elles: un difícil equilibrio.
-El trabajo escolar requiere tiempos de comprensión y tiempos de realización. No conviene hacerlo todo junto para “sacárnoslo de encima”. Se trata de pasarla bien, no de sufrir. Tan sencillo y complicado como eso.