Durante toda esta larga noche de cuarentena, noche de sol, noche a cualquier hora, noche cayendo sobre los barrios, no hallamos horarios para sentarnos a escribir, ni para sentarnos a discutir, ni para sentarnos. Vomitando corolarios imposibles para conmover a funcionarios inconmovibles, tosiendo campañas de donaciones en las redes y caminando por las paredes, entre los yugos de verdugos que nos ponen de cuclillas y la curva del dengue disparada cada día más arriba, nuestras villas también están entrando a terapia intensiva, sin respiradores para los comedores que siguen salvando abuelas e hijos, sin guantes ni barbijos para sus laburantes. Sin agua, sin platos, sin bidet y sin datos para Internet, ni siquiera para el ANSES, tampoco hubo tiempo de contestarle a la televisión, donde los miedos continúan al acecho y la indignación fluye con total naturalidad, como si todos tuvieran un techo y derecho a la dignidad. A los noticieros, como a los medios compañeros que acercaron su solidaridad, hoy les agradecemos con todas las gargantas de nuestra comunidad y les traemos algunos esbozos de respuestas a esas preguntas pospuestas que no buscan volverse un reproche, pero sí buscan la cura para la hipocresía que contagia la sobreinformación, porque hoy la noche es más oscura. Y se viene el día en tu corazón.