Argentina, por debajo de la media latinoamericana en investigación científica, aprueba recursos extraordinarios por la pandemia.
Sobre terrenos donde arrojaron cadáveres de la epidemia de fiebre amarilla que golpeó Buenos Aires en 1870, Argentina levantó hace 104 años el Instituto Malbrán, que es hoy el principal referente de diagnóstico de enfermedades infecciosas del país. En su laboratorio de Seguridad biológica están por desempaquetar una máquina secuenciadora de genoma recién llegada de Estados Unidos. En dos semanas recibirán 24 aparatos de análisis de pruebas a sospechosos de covid-19, que permitirán duplicar la capacidad de diagnóstico en la red de laboratorios públicos distribuida por el territorio nacional. Desde que la pandemia llegó en marzo al país, la comunidad científica se ha volcado en la investigación de esta enfermedad causada por el SARS-CoV-2 y el Gobierno ha movilizado recursos extraordinarios después de años de recortes que derrumbaron el presupuesto estatal en investigación y desarrollo científico-técnico por debajo del 0,3% del PIB.
“Tuvimos que mostrar la capacidad de respuesta frente a la emergencia en una ventana de tiempo muy acotada. Pensábamos que [la pandemia] llegaría en mayo, junio o julio”, dice el ministro de Ciencia y Tecnología, Roberto Salvarezza, por teléfono, y pone como ejemplo que científicos que “estaban trabajando con detección del virus del dengue variaron hacia la detección de covid-19”.
La Unidad Coronavirus, creada el mes pasado, convoca alrededor de 800 proyectos relacionados con la pandemia, según Salvarezza. Entre sus principales líneas de investigación destacan: diagnóstico, producción de equipamiento e insumos médicos y asesoramiento al Gobierno con modelos matemáticos y epidemiológicos para ver la evolución de la enfermedad y los efectos de las medidas tomadas, como el aislamiento y la prohibición de ingreso de personas al país.
Ver nota completa
Fuente: El País