“Es urgente discutir un nuevo contrato social, junto a los actores sociales del mundo del trabajo”

Cada 1° de Mayo se celebra en todo el mundo el Día Internacional del Trabajo. “Más que nunca toma relevancia aquella gesta de 1886, conocida como la masacre de Chicago, que cobró la vida de muchos trabajadores y la condena a sus principales impulsores, y que fue una enorme reacción a las condiciones de explotación en las formas de trabajo de la Segunda Revolución Industrial, que ya eran inadmisibles”, resalta Rubén Lucero, docente investigador de la carrera Relaciones Laborales de la Facultad de Ciencias Sociales.

“Este año será diferente a todos, porque encuentra a la humanidad frente a lo que seguramente sea un antes y un después, especialmente para el mundo del trabajo, que ya está severamente afectado por una gran crisis, que no solo es económica y laboral, por el uso y muchas veces el abuso en la utilización de las tecnologías, sino que también es cultural, porque desde éste paradigma digital se manipula también la subjetividad de las personas”, detalla.

 

¿Cómo impacta el avance de las tecnologías en los empleos?

Desde los poderes hegemónicos ya se habla de la Cuarta Revolución Industrial, que está entrando definitivamente en una era digital, con cambios drásticos en las formas de trabajar y producir. Estas transformaciones tecnológicas que acontecen desde fines del siglo XX están modificando aceleradamente las formas de trabajar y producir con un impacto impresionante sobre los empleos. Se escuchan muchas voces diciendo que la tecnologías van a destruir empleos, sobre todo los más rutinarios, pero también se crearán muchos nuevos. Lo que no se dice, desde estos ámbitos hegemónicos es que serán cada vez más precarios y flexibles, y fundamentalmente, que a los mejores empleos y los mejores remunerados sólo accederá una minoría ultracalificada. No es mi intención brindar una mirada alarmista, ni apocalíptica, pero creo que es urgente discutir un nuevo contrato social, junto a los actores sociales del mundo del trabajo y sobre todo con el Estado, con protagonismo y liderazgo para que los agentes del libre mercado no  hagan de las suyas y saquen provecho de este escenario que se presenta de ahora en más.

 

¿Qué sucede con las actividades de plataforma  que no están reguladas por convenios colectivos?

Este es precisamente el ejemplo más visible de lo que mencione antes, pero no es ni será el único, porque lo que vemos es la punta del iceberg, porque ya existen plataformas para otras actividades, en la industria, en el campo, etc. El surgimiento de estas empresas, que forman parte de la denominada “gig economy”, se ha visibilizado principalmente en el sector de servicios, con la forma de “plataformas digitales” o “colaborativas”, (“Uber economy”) que no recurren a la subcontratación o tercerización tradicional, sino a la contratación directa de personas, denominados en muchas ocasiones como “colaboradores” o “socios”. Estas plataformas digitales no contratan directamente a los trabajadores, y son mayoritariamente monotributistas, sin salario fijo, horario, francos, aportes jubilatorios, vacaciones, ART ni otros derechos. Afortunadamente el Ministerio de Trabajo está tomado cartas en el asunto y está impulsando un proyecto para regular la situación laboral de aproximadamente 160.000 trabajadores que se desempeñan como dependientes de diferentes plataformas digitales, y si bien el proyecto no plantea una modificación de la Ley de Contrato de Trabajo, estaría creando al menos un estatuto específico para esta forma de empleo.

 

¿Cree que es necesario repensar el modelo gremial y laboral para incluir este nuevo tipo de actividades?

El sindicalismo argentino está preocupado y ocupado por este tema. En el ámbito de mi cátedra hemos realizado algunos foros de discusión dado que, por cierto éste es el tema de nuestra investigación en la Facultad de Ciencias Sociales. La preocupación frente al avance de las tecnologías como amenaza a las fuentes de trabajo está presente. Las respuestas desde el ámbito sindical son heterogéneas por la gran cantidad de actividades que hay en nuestro país y porque no afecta a todos por igual ni al mismo tiempo, hay actividades que ya están afectadas, otras lo estarán en poco tiempo y algunas quizás nunca o en el largo plazo.

 

¿Qué cosas fueron encontrando en su investigación?

Hemos relevado 79 Convenios Colectivos de Trabajo, y hemos encontrado que un porcentaje importante, (42%) contemplan la problemática, y dentro de este universo el 24% contienen cláusulas de negociación a través de instancias paritarias específicas y cláusulas de capacitación, o sea que realizan un abordaje integral que permite a las organizaciones sindicales tener información sobre cada caso en particular y poder participar en la elaboración de planes donde se minimicen las consecuencias para los trabajadores. Nuestra muestra es pequeña, pero desde ya ilustrativa. Lo que hay que ver es cuan activos están esos acuerdos que han previsto la situación, si se están cumpliendo los acuerdos, o si por ahora son instrumentos testimoniales pero que requieren una instrumentación

 

La Pandemia expandió el «teletrabajo», ¿cómo impacta en la relación empleado / empleador?

He visto circular varios artículos periodísticos donde muchos trabajadores dicen que de esta forma están trabajando más que cuando iban a sus trabajos a cumplir un horario. A veces con la tecnología pueden llegar ciertos abusos, con una especie de “trampa muy subjetiva”, parece que somos más independientes, más autónomos y todo es más flexible, pero resulta que estamos mucho más tiempo trabajando, y además ya he escuchado decir que para algunos empleadores los trabajadores han aumentado su productividad, por supuesto con menos costos operativos para ellos. La utilización de los dispositivos móviles en general, que hacen a esta idea de los tiempos flexibles podría estar vulnerando el “derecho de desconectarse” haciendo muy difusa la barrera entre tiempo de trabajo y tiempo libre, y allí pueden radicar riesgos psicosociales para los trabajadores.

En varios países desarrollados existen regulaciones al respecto, incluso como materia de negociación obligatoria. Este derecho a desconectarse debe ser respetado, y ya lo ha planteado también la Organización Internacional del Trabajo,  (OIT).

 

¿Existe regulación en nuestro país?

El teletrabajo no tiene una legislación específica en Argentina, excepto en una Resolución de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo, la 1552/12. Allí se establecen qué condiciones de trabajo debe tener un tele-trabajador para desarrollar sus tareas en la casa, la iluminación, la ergonomía, es decir su comodidad física para trabajar, donde se sienta, que seguramente muy pocos empleadores cumplen en este momento, y ni que hablar de quién corre con los gastos propios que genera ese trabajo por trabajar en casa, como la electricidad, el gas, el teléfono celular, la computadora, etc.

Por otro lado en nuestro país, hasta que empezamos con el aislamiento social no ha sido un país con mucha tradición en el teletrabajo. Según algunos informes internacionales representa apenas el 1,6 % de los trabajadores, respecto de países como Estados Unidos con casi el 20% o Japón con el 16%. Como seguramente de ahora en más estos índices probablemente van a aumentar, esto inevitablemente debe ocupar un lugar en la agenda de las relaciones de trabajo, y fundamentalmente en la negociación colectiva.

 

¿Considera que a partir de ahora se viene un nuevo mundo del trabajo?

La verdad es que hace rato que el mundo del trabajo está cambiando, lo que pasa es que ahora vamos demasiado rápido y esa dinámica requiere urgentes acuerdos, no se trata solo de papers académicos que describen cómo es la Cuarta Revolución Industrial. Hay que discutir un nuevo contrato social sentando en la mesa a los principales actores sociales, porque este capitalismo digital nos lleva puestos a todos. Seguramente se van a crear nuevos empleos y se destruirán los empleos más tradicionales, y algunos robots o algoritmos reemplazaran a los trabajadores, y también muchas profesiones van a desaparecer en los próximos 10 o 20 años, pero el punto central es bastante más delicado, hay una construcción cultural sobre el trabajo del futuro. Las nuevas generaciones, que son básicamente nativos digitales y que están muy ligados a una tendencia hacia lo independiente o no estar atados a las rigideces de las reglas laborales tradicionales, por un lado parece muy bueno, pero tiendo a pensar que terminará rompiendo los lazos de solidaridad y compromisos con el otro, y ni que hablar de su compromiso con la cuestión sindical, y eso será una gran ventaja para quienes los contraten, porque la realidad seguramente los encuentre más aislados, con empleos precarios y pocos derechos.

El mundo del trabajo está cambiando velozmente y sobre todo que hay un cambio en las formas de trabajar, que necesita de una redefinición, pero fundamentalmente necesita nuevas y mejores regulaciones que den cuenta de ello y en eso suscribo un documento que elaboró Carlos Tomada con su grupo de la Universidad Nacional de San Martín, en donde se pregunta y nos pregunta: ¿Quién dijo que el trabajo del futuro es un trabajo sin derechos?

 

-La Pandemia de Coronavirus puede ser una oportunidad

Esto que nos está pasando nos debería dejar enseñanzas, porque el mundo en que vivimos ya era muy desigual antes de la pandemia, y aunque a veces tiendo a ser un poco escéptico, espero que los dirigentes políticos, los dirigentes sindicales, los empresarios, los académicos, los grupos sociales con sus representantes tomen en serio la necesidad de volver a discutir un proyecto nacional, porque creo percibir que estamos ante una oportunidad que no deberíamos dejar pasar, y discutir un proyecto estratégico de desarrollo con eje en la soberanía, en el trabajo, en la inclusión y en la justicia social, que no sea la cultura del descarte, como dice el Papa Francisco, que no sea testimonial ni declamativo, y por supuesto con un fuerte compromiso en la educación, que sin dudas debe ocupar un lugar central en ese proyecto para poder afrontar los trabajos del futuro.

 

¿Qué rol puede tomar la Universidad en este contexto?

Desde las Universidades tenemos un enorme compromiso en esta discusión, especialmente porque estamos frente a las nuevas generaciones de trabajadores, algunos formándose en las universidades y podemos contribuir a forjar una visión y un compromiso sobre esta cuestión, pero en su gran mayoría no, y son los que más nos van a necesitar, porque los trabajadores provenientes de sectores sociales más acomodados y con mayores competencias básicas corren con ventaja respecto de los jóvenes pobres con insuficiencias de formación, dado que la ausencia o insuficiencia de procesos formativos los marginará definitivamente del acceso a empleos dignos, de mayor calidad y mejor remunerados.

Rubén Lucero es Magíster en Economía y Desarrollo Industrial (UNGS-UNMdP), Licenciado en Relaciones Laborales, (UNLZ). Docente/investigador; Profesor Titular de la Cátedra Formación y Capacitación en la carrera Relaciones Laborales, Facultad de Ciencias Sociales – UNLZ y Profesor Titular de la Cátedra Relaciones del Trabajo II, en la carrera Relaciones del Trabajo en la Universidad Nacional de Rafaela. (UNRAF)

 

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