A través de modelos estadísticos, matemáticos y de ingeniería, investigadores de la Facultad de Ingeniería determinaron que la localidad de Unión en la provincia de Córdoba, resulta el lugar más óptimo para instalar una planta de producción de bioetanol de segunda generación.
El Ingeniero Luis Orlandi, docente investigador de la FI UNLZ, lleva adelante un proyecto en el que analiza diferentes dimensiones de la factibilidad de la producción de bioetanol lignocelulósico, una variedad obtenida a través de la fermentación del rastrojo de maíz y sorgo. Graduado de nuestra casa, se interesó en el desarrollo de energías alternativas, área a la que se dedica desde 2007.
¿Cómo comenzó el camino de la investigación?
La investigación surgió de una conversación con el Dr. Antonio Arciénaga. Empezamos a trabajar sobre biocombustibles en 2017 y en el camino aprendiendo herramientas para la investigación.
¿De qué se trata ese proyecto que comenzaron hace tres años?
Primero medimos la factibilidad económica de la obtención del bioetanol lignocelulósico a través de un modelo matemático. A partir de ahí, una segunda etapa tiene que ver con determinar la magnitud apropiada de la planta industrial, y la última parte con la ubicación de la misma.
La importancia del biocombustible
El bioetanol es un sustituto de los combustibles convencionales que se obtiene a través de la fermentación alcohólica de distintos productos. Están aquellos que utilizan como materia prima cultivos alimenticios como el maíz, trigo, sorgo, caña de azúcar o cebada, a los cuales se los denomina de primera generación, y los que se obtienen a partir de residuos forestales o residuos de procesos agroindustriales, llamados de segunda generación.
En Argentina, existen empresas que producen bioetanol a base de caña de azúcar, la mayoría, ubicadas en Salta, Jujuy y Tucumán, mientras que otras, emplazadas en Córdoba, San Luis y Santa Fe, lo obtienen del maíz.
¿Cuál es la diferencia entre el proyecto de la UNLZ y el modo de obtener bioetanol en nuestro país?
Lo tradicional es obtenerlo a través del maíz o la caña de azúcar. El problema es que así estás compitiendo con la industria alimenticia y en este momento el mundo está ávido de estos alimentos. Nuestro proyecto se basa, en cambio, en obtenerlo de los residuos del maíz y el sorgo, que es el rastrojo. El rastrojo que queda en los campos suele utilizarse para la siembra directa, sacando el 30% de ese rastrojo se puede producir bioetanol sin perjudicar al campo.
¿Cómo fueron los pasos del estudio?
En una primera etapa, analizamos la factibilidad económica de la producción de bioetanol a partir de un modelo matemático. Este modelo te indica el precio de venta del producto que vos vas a obtener, y si al compararlo con el valor en el mercado es igual o menor, entones es competitivo, es factible. Nosotros comparamos ese valor con el precio de venta del biocombustible informado por la Secretaría de Energía de la Nación, así determinamos que la producción es factible en tanto la planta se encuentre a no más de 300 kilómetros del lugar de donde se obtiene la materia prima. La distancia resulta una variable relevante por el alto costo del transporte en la Argentina.
¿Cuáles son los lugares donde más fácilmente se puede obtener esa materia prima?
El rastrojo de maíz lo tenés en casi todos los campos del país en cantidades muy grandes, porque la cantidad de este residuo está relacionada con la cosecha del maíz, que en Argentina es muy grande.
«Este tipo de investigaciones allana el camino para quienes estén interesados. Además, es importante comenzar a trabajar en el desarrollo de biocombustibles que se obtengan de productos que no compitan con los alimentos».
En una reciente etapa del proyecto incorporaron la estadística y la geolocalización, ¿cuál fue el aporte de estos conocimientos?
Nos propusimos realizar un trabajo estadístico que permita detectar la zona del país con mayor provisión de rastrojo de maíz y sorgo. De esta manera, con los datos disponibles en el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, se analizaron las localidades con mayor nivel de producción y a través de la herramienta de geoposicionamiento se obtuvo un mapa de los “centroides” óptimos para la ubicación de una planta. Una vez obtenidos los centroides, aplicamos la fórmula de ingeniería de Brown y Gibson para determinar la ubicación de la planta de acuerdo a la evaluación de distintas variables.
¿Cuáles son esas variables?
La fórmula utilizada evalúa factores objetivos como el costo de mano de obra, la disponibilidad de materia prima y su costo; la prestación de servicios; el costo de los terrenos, y factores subjetivos como el clima social y la competencia. Esto nos da un índice de localización, cuyo número más alto es indicador de viabilidad. De este entrecruzamiento de datos, resultó que la localidad cordobesa de Unión el lugar más apto para montar una planta de producción de bioetanol lignocelulósico.
¿Por qué es tan importante este tipo de investigaciones?
Este tipo de investigaciones allana el camino para quienes estén interesados. Además, es importante comenzar a trabajar en el desarrollo de biocombustibles que se obtengan de productos que no compitan con los alimentos. En Argentina, las naftas se mezclan con estos, lo que genera un ahorro de combustibles fósiles y reduce la emisión de gases de efecto invernadero. Cuanto más porcentaje de biocombustibles tengan las naftas, menos contaminación se genera.
El equipo se completa con la Lic. Irma No y el Ingeniero Adalberto Ascurra.