"Que nada nos defina. Que nada nos sujete. Que la libertad sea nuestra propia sustancia”

Foto: SOLANGE AVENA

 

Nuestra sociedad inmadura aún no ha incorporado la perspectiva de género. La violencia contra las mujeres es una expresión del poder y dominio de los hombres sobre ellas, consecuencia de una estructura social patriarcal. Desde la prehistoria (Neolítico, que comenzó 10.000 a.C. y duró hasta 2.000 años a.C,) se ha asignado roles de desigual, donde se amalgamó a las mujeres con el espacio del hábitat; consideradas como acompañantes y objetos sexuales, cuyo protagonismo era en relación con la reproducción. Los fósiles descubiertos dejan ver que la sociedad del Neolítico era más violenta con las mujeres y que además, se alimentaban con menos variedad y calidad que los congéneres masculinos. El status que se les otorgaba a los hombres era el derecho de mandar, basándose en una supuesta superioridad biológica y social. La organización de las comunidades estaba formada por un macho dominante que gobernaba el destino de los otros machos del clan y la cópula con hembras era decisión suya. Desde entonces estas interrelaciones ancestrales y hasta la fecha no han cambiado en muchos sectores de la sociedad y se traducen en determinados estereotipos de masculinidad y feminidad, con sus correspondientes preceptos de género, y para cumplir adecuadamente lo que la sociedad patriarcal espera de unos y otras. Esta asimetría en las relaciones da lugar entonces a la aparición de conductas de abuso basado en esa desigualdad. Otra de las cuestiones que profundizan aún más es que se encuentra naturalizada la violencia invisible, donde las mujeres que viven en condiciones de desprecio, de humillación, controladas, agredidas física o sexualmente, estas situaciones se vuelven habituación. Muchas mujeres adheridas a este estereotipo tienen su autoestima, su percepción, el pensamiento de sí mismas totalmente desvalorizado y atada a la tarea de cuidado doméstico, pensando que si les falta se sienten vacías y frustradas, asumiendo que, puede fracasar su relación de pareja o su familia, por lo tanto piensan que están obligadas a aguantar cualquier cosa para no perder su vinculación afectiva, aunque sean tóxicas para ella y para toda la familia

El confinamiento provocado por el aislamiento obligatorio por COVID, activa la tensión y el estrés generados por inquietudes y preocupaciones relacionadas con el trabajo, dinero, salud. El aislamiento amplifica ambientes de violencia de mujeres que tienen compañeros controladores y abusivos, aislándolas de las personas que pueden ayudarlas. Incluso antes de que existiera el COVID, la violencia doméstica ya era una de las violaciones de los derechos humanos más flagrantes. Aproximadamente en los últimos 12 meses, 244 millones de mujeres y niñas (de edades entre 15 y 49 años) de todo el mundo han sufrido violencia sexual o física por parte de un compañero sentimental. Y, con el avance de la pandemia del COVID, es factible que esta cifra crezca con variados efectos en el bienestar de las mujeres, su salud sexual y reproductiva, su salud mental. 

De acuerdo a los datos del “Observatorio de la Violencia de Género  AHORA SI QUE NOS VEN”, del 1 de enero al 29 de abril de 2021 se registraron 85 femicidios, un femicidio cada 34 horas. Estos son los casos de violencia de género que llegaron a su punto máximo, pero también se observó que 66 mujeres sufrieron intentos de femicidios y pudieron salvarse. Del 1 de enero al 29 de abril de este año, el 20% de las víctimas realizó al menos una denuncia, pero sin embargo sólo un 10% obtuvo una medida de protección judicial. Respecto del lugar donde ocurrieron estos hechos, el 32% de los femicidios tuvo lugar en la vivienda de la víctima, el 32% en la vivienda que compartía con su agresor y el 20% en la vía pública. Al mismo tiempo, es importante analizar estos datos con los correspondientes al vínculo de la víctima con el agresor: en el 42,4% de los femicidios fue perpetrado por la pareja de la víctima, el 31% por su ex pareja, y el 9,4% por un conocido. Estos datos deben verse en conjunto ya que dejan al descubierto que el lugar más peligroso para las mujeres que viven violencias es su hogar, espacio que muchas veces comparten con su agresor, quien pertenece al círculo íntimo de la víctima. En el 82.8% de los femicidios la víctima conocía a su asesino. 

El 3 de junio de 2015, cientos de miles de personas salieron a la calle en distintos puntos de la Argentina, movilizadas con la consigna “Ni Una Menos”, este lema representa el enfado de la sociedad frente a la violencia machista. 

Debemos estar presentes y dar visibilidad, generar espacios de debate para el abordaje de estos temas por aquellas que guardan silencio por miedo, por las que perdieron la vida y por todas. 

 

“Que nada nos limite. Que nada nos defina. Que nada nos sujete. Que la libertad sea nuestra propia sustancia.” Simone de Beauvoir

 

Dra. (Ing. Zoot.) Mabel Tartaglione                        

Prof. Titular de Fisiología Animal

Prof. Titular de Reproducción Animal

Investigadora

Secretaria de Posgrado y Planeamiento

Facultad de Ciencias Agrarias –  UNLZ

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