Carla Bertoglio, ingeniera y docente de nuestra Facultad, reflexiona sobre el techo de cristal y la situación de las profesionales en la industria. “Afortunadamente, estamos en presencia de un cambio de paradigma y la Facultad de Ingeniería de la UNLZ es una de las protagonistas en esta transformación”, afirma.
El término “techo de cristal” hace referencia a un obstáculo para el desarrollo, crecimiento y presencia de las mujeres dentro de las organizaciones. Este término es utilizado para referirse a aquellas barreras que la mujer debe enfrentar para avanzar en lo referido a escala laboral y que no son fácilmente detectables pero que suelen ser causa de su estancamiento. Se trata de una metáfora empleada para designar al tope de realización de una mujer en la vida laboral que da lugar a estereotipos y construcciones culturales en las sociedades a través del tiempo. Este límite que se menciona detiene el ascenso piramidal de las mujeres hacia puestos de alta jerarquía e impide su realización personal en la esfera del reconocimiento público.
Espero que contando mi experiencia puedan visualizar las situaciones a las que nos enfrentamos las mujeres en el ejercicio de nuestra profesión
La presencia de la mujer en la ciencia y tecnología es imprescindible como lo es en cualquier ámbito de la sociedad, para que la misma sea más justa y equitativa. Así como para la toma de decisiones profesionales, la mirada interdisciplinaria enriquece a la misma, la participación de la mujer da un enfoque particular que seguramente es un aporte importante para los proyectos que se llevan adelante desde la ingeniería.
Me parece importante visibilizar, en el marco del “Ni una menos”, algunos aspectos que suelen darse en el desempeño de la mujer en el ámbito de la ingeniería y de la industria. Como podrán imaginarse siendo mujer y entrando a la industria con un poco más de 20 años los obstáculos que hay que enfrentar son innumerables y a veces sentimos que no alcanza con estudiar, preparase y saber, sino que también es necesario demostrar nuestras capacidades y habilidades todo el tiempo. La búsqueda constante de que nuestras opiniones sean tenidas en cuenta, la equidad de trabajo, lidiar con etiquetas de género, ser puestas a prueba de manera constante, la duda en cuanto a la meritocracia cuando logramos ocupar puestos jerárquicos fueron y son parte de la vida cotidiana profesional de las profesionales que nos desarrollamos en estos ámbitos.
La mujer en la industria está cara a cara diariamente a lo que se conoce como “violencia simbólica”, término que da a conocer el sociólogo Pierre Bourdieu y que hace referencia a esa violencia indirecta y no física que está interiorizada y naturalizada y que es parte de estrategias construidas socialmente en un contexto asimétrico de poder caracterizados por roles sociales, estatus, géneros, etc.
Como ejemplo de esto podemos mencionar situaciones como:
- Al referirse a una mujer se la describe por sus características físicas en lugar de sus capacidades intelectuales.
- Preguntarle a una mujer si tiene planes de “embarazarse” (si, así despectivamente, a muchas de nosotras nos han preguntado eso) para definir su futuro laboral.
- Menospreciar acciones, decisiones o intervenciones realizadas por una mujer (que, si las mismas son llevadas a cabo por un hombre, se consideran buenas)
- No dar posibilidad de participación en reuniones porque no se considera relevante su aporte.
- Hacer referencia despectivamente a actividades promovidas sobre diversidad indicando que tiene que haber igualdad de género “porque RRHH así lo indica” entonces que la mujer sea castigada por ello al distribuir la carga de trabajo.
- Ocultar información necesaria para el ejercicio de la posición a causa del miedo de que la mujer pueda progresar en su labor.
- Colocar en búsquedas laborales el “sexo” que requiere el puesto limitando así las posibilidades laborales de la mujer.
- Los cargos jerárquicos están casi destinados exclusivamente a ser ocupados por hombres.
- Considerar que las mujeres son competitivas entre sí y no tomar más de determinada cantidad de mujeres dentro de un equipo.
- Salarios diferenciados, siendo el de la mujer notablemente menor al de los hombres.
Y la lista puede continuar extensamente.
Afortunadamente, estamos en presencia de un cambio de paradigma y la Facultad de Ingeniería de la UNLZ es una de las protagonistas en esta transformación al instruir tanto al personal docente como al alumnado acerca de temáticas referidas a la igualdad de género y la finalización de la violencia contra la mujer en cualquiera de sus formas. Entre estas acciones podemos mencionar la capacitación en el marco de la Ley Micaela. Además, da igualdad de oportunidades tanto a las mujeres como a los hombres a la hora de acercar ofertas laborales, postulaciones a becas, ayudantías de cátedra, entre otras cosas.
Por otro lado, no quiero dejar de mencionar lo que a mí me ha ayudado a sobreponerme ante estas desigualdades. Creo que el famoso “techo de cristal” logra romperse si y solo si nos imponemos y expresamos nuestras ideas más allá de los prejuicios. Desde mi experiencia personal creo fundamental dejar en evidencia cada una de estas situaciones al producirse para que tanto la persona que la está llevando a cabo como el resto que es testigo pueda visualizar la problemática y reflexionar al respecto.
Soy Carla Florencia Bertoglio, tengo 25 años. Me desempeño en el área de producción de una industria multinacional y además soy docente de una escuela tecnológica y docente universitaria en la carrera de ingeniería.